En 1985 el Comité de Seguridad del Estado Soviético informó a otras agencias de inteligencia extranjera de un plan de desinformación que desde 1983 se estaba gestando. El objetivo principal de la operación “Denver”, como fue denominada, era asegurar que el origen de la enfermedad del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) era producto de experimentos secretos realizados por Estados Unidos con el uso de armas biológicas.
"Estamos llevando a cabo un complejo de medidas [activas] en relación con la aparición en los últimos años de una nueva enfermedad peligrosa en los Estados Unidos conocida como SIDA (Síndrome de inmunodeficiencia adquirida). El objetivo de las medidas es crear una opinión favorable para nosotros en el extranjero, al saber que esta enfermedad es el resultado de experimentos secretos realizados por los servicios secretos de los EE. UU. y el Pentágono”, señala el un documento obtenido por Christopher Nehring del antiguo archivo de Seguridad del Estado búlgaro.
El plan, dirigido por el Comité de Seguridad del Estado Soviético y el Ministerio de Seguridad del Estado de Alemania Oriental, basó su campaña en documentos falsos y testimonios de supuestos expertos que aseguraban que el VIH, el virus que causa el SIDA, no se originó de animales infectados en África, sino de experimentos en un laboratorio. La “investigación científica” que respaldó esta teoría fue conocida como SIDA: su naturaleza y origen, publicada por el biólogo retirado de la Unión Soviética, Jakob Segal. Para el historiador Douglas Selvage, quien publicó un artículo del tema en Journal of Cold War Studies, el plan de desinformación tuvo más éxito del esperado y cientos de personas llegaron a asegurar que el SIDA era una enfermedad creada por Estados Unidos.
Los medios de comunicación fueron fundamentales para la propagación de las conspiraciones. Muchos líderes políticos, periodistas e intelectuales de la época se encargaron de difundir la idea de que decir que el virus había surgió de la transferencia de un primate a un ser humano en África era un acto racista. La investigación de Selvage, refiere que el Comité de Seguridad del Estado Soviético y el Ministerio de Seguridad del Estado de Alemania Oriental se encargaron de reunir periodistas, reconocidos por publicar ideas polémicas, para ofrecerles la historia.
Frente a la situación vivida con el COVID- 19, Selvage señaló que no le sorprende que también se esten difundiendo teorías de conspiración, “como historiador, no me sorprende que surjan teorías de conspiración en respuesta a la pandemia de COVID-19. Desde la Edad Media, si no mucho antes, las personas han respondido a las epidemias y pandemias tratando de encontrar una o varias partes responsables, a menudo en forma de chivo expiatorio”, dijo al The MIT Press Reader.
Para el historiador la estrategia de la desinformación siempre ha sido tomar teorías de conspiración, presentes en la trayectoria de un país como Estados Unidos y ponerles un nuevo objetivo, “Uno puede ver una dinámica similar hoy entre la desinformación rusa y los teóricos de la conspiración de los Estados Unidos si uno ve de cerca Sputnik News y RT (anteriormente Russia Today) en Twitter y Facebook. Ya durante la epidemia de ébola en África occidental en 2013-16, estos medios de propaganda rusos difundieron informes de que el virus había sido creado por los EE. UU.”, concluyó.
La lección principal que nos deja la historia, según Selvage, es la importancia de capacitar las personas, desde su proceso de aprendizaje en el colegio, en la diferenciación de los hechos y las opiniones, la identificación de la investigación de la propaganda y las falacias de la lógica. El uso correcto de las fuentes de información también juega un papel clave, “los estudiantes y otras personas también se beneficiarían de la capacitación en alfabetización en Internet: ¿en qué fuentes se puede confiar y cómo se pueden verificar varios reclamos, especialmente antes de volver a publicarlos?”.