
el conflicto en el departamento no merma. Los actores armados siguen traficando armas y drogas, los líderes y las lideresas siguen siendo asesinados y ahora, incluso, son estos grupos ilegales los que imponen el control de la pandemia. Es su directriz el hecho de que nadie pueda estar en la calle después de las dos de la tarde, aunque salga una sola persona, aunque salga a su propia finca. Esto no se traduce en cuidado, pues siguen victimizando a las comunidades. Y para las mujeres hay un impacto diferenciado.
“Las violencias de la guerra continúan, especialmente la violencia sexual, que está muy compleja. Sigue sucediendo por parte de actores armados y requerimos que se les garanticen los derechos a las mujeres, entre esos las condiciones para la denuncia. Porque denunciar así es ponerse la lápida encima”, dice Clemencia Carabalí, líder de la Asociación de Mujeres Afrodescendientes del Norte del Cauca
Las mujeres que integran esta organización sufrieron múltiples violencias en los años más duros del conflicto, desde el asesinato y la desaparición de sus familiares hasta la violencia sexual y el desplazamiento forzado. Hoy, agrupadas, permanecen en el territorio a pesar del panorama descrito.
Lo que sucede en el Cauca no es distinto a lo que están viviendo mujeres en departamentos como Putumayo y Chocó, y regiones como Urabá. Durante una conversación virtual sobre género y ruralidad, organizada por la organización Corewoman y la Universidad Javeriana, Nancy Sánchez, coordinadora de la Alianza de Mujeres Tejedoras de Vida de Putumayo, denunció que el confinamiento ha afectado a las mujeres del departamento en materia organizativa, económica y política. Además de que los niveles de violencia están incrementando.
“Tenemos una línea de atención habilitada hace menos de dos semanas y ya hemos recibido siete casos que nos tienen impresionados”, dijo Sánchez. “Una mujer que casi la ahorca el tipo porque ella quiere trabajar y hacer su vida económica. Una niña que, desde los 15 años (ya tiene 18) no se ha dejado violar del padrastro. Una abuelita de 75 años que su nieto de 15 años con problemas de drogadicción la maltrata y la golpea. Además de otros, como el de dos niñas a las que supuestamente un tipo mafioso de aquí las está violando constantemente en frente de su madre”, explicó. Esto sucede en medio del contexto de narcotráfico, coca y actores armados que persisten en el territorio. “Hay unas alianzas gravísimas con mafia, disidentes de las Farc y lo que dicen ahora las comunidades es que no pueden movilizarse, les han prohibido hasta los celulares. Hay un control sobre las mujeres, que están temerosas. Tenemos un número importante de lideresas en riesgo”.