Nunca en la historia los pronósticos sobre la economía habían cambiado tanto, tan rápido y tan mal. Cuando llegó la pandemia, las multilaterales y los analistas anticipaban una caída grande y transitoria de la economía mundial, pero con posibilidades de una recuperación relativamente rápida para 2021. Lo que los economistas llaman recuperación en forma de V. Hoy casi todos hablan de la peor depresión desde la gran crisis mundial de 1929 y de una recuperación más lenta, en forma de U. Las consecuencias sociales de este cambio de letras son impredecibles.
En la última semana han salido todo tipo de estudios y voceros que presagian el desastre. El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, ya advirtió que esta tiene pinta de ser una recesión sin precedentes en la historia de su país. El Fondo Monetario Internacional (FMI) cree que la pandemia agravará las vulnerabilidades financieras acumuladas por años, y la Cepal advirtió que en 2020 se disparará el desempleo en América Latina, hasta sumar 11,5 millones más de desocupados.
En Colombia los pronósticos no fueron menos dramáticos. La Universidad de los Andes dijo que la pobreza podría subir al menos 15 puntos, con un retroceso de 20 años en materia de desarrollo económico y social. Bancolombia, al revisar sus proyecciones, advirtió que la economía caerá este año a niveles históricos cercanos al 6 por ciento.
Incluso, el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, que por su cargo suele adobar todo pronóstico económico con un bálsamo de optimismo, no le hizo el quite a la dura realidad. Esta semana reconoció que el segundo trimestre será el peor en la historia del país, y la economía podría caer 5,5 por ciento en el año completo.
Para tener una dimensión del tema basta darle una ojeada a la destrucción del empleo en Estados Unidos, que alcanzó cifras inéditas: en nueve semanas ya más de 38,6 millones de ciudadanos piden subsidios para sobrevivir. Los billonarios paquetes de ayuda a empresas y familias en Europa, la volatilidad de los mercados y la crisis de confianza de los inversionistas y los consumidores dan cuenta de que la cosa será más difícil de lo pensado.