
Son los llamados movimientos antimascarillas o negacionistas del covid-19, que desde múltiples razonamientos, prejuicios o teorías del complot se enfrentan a las autoridades y desafían la lógica de las recomendaciones médicas porque simplemente creen que todo es fruto de una conspiración para restringirles sus derechos.
Las primeras manifestaciones de este tipo se presentaron en abril en algunas ciudades pequeñas de EE. UU. Respaldados por el discurso negacionista del presidente Donald Trump y por su afán de abrir la economía, salían, incluso armados, a exigir su derecho a la libre movilidad y al trabajo. En caravanas ruidosas recorrían las ciudades y llevaban gorras con la frase 'Make America Great Again', las mismas de la campaña de Trump a la presidencia.
Pero la más grande fue sin duda la que se dio a fines de agosto en Berlín, en la que unas 20.000 personas salieron a las calles e intentaron asaltar el Parlamento (Reichstag). El lugar, donde se reúnen los diputados alemanes en sesión plenaria, tiene una fuerte carga simbólica en Alemania. La sede y su célebre cúpula fueron incendiadas en 1933 por los nazis, en un acto destinado a poner de rodillas lo que quedaba de la democracia alemana de entreguerras.